domingo, 3 de junio de 2012

Det-erminación

En un instante
en un pestañeo,
en menos de lo que dura un suspiro.
Se da cuenta de la inevitable conclusión,
y le da miedo todo lo que está sucediendo al mismo tiempo: La película sigue rodando, la gente pasa en sus autos, camina por las veredas,
un grupo de niños juega en "aquella" plaza. Alguna que otra persona muere y otra nace.
Pero ella, allí, inocente y cautiva, ignora lo que acontece en la dimensión personal de su compañero.
Y la película sigue rondando.

Pero una lágrima, interrumpe la función; al otro lado de ella misma, su compañero llora de angustia. Y no puede ver
que su corazón, roto en mil y más pedazos, sangra pena. Y la película ya no importa, y las personas que pasan en la calle tampoco,
ni las bocinas, ni los gritos de los niños. Ya nada importa. Porque quizá sabe lo que sucederá, es de alguna forma obvio.

Al otro lado de la pieza, la rosa ubicada en el centro de la mesa; marchita ya, algo enpolvada, pierde sus últimos pétalos.
Pero nadie lo nota.
Y la escena se congela, nadie dice nada, nadie piensa nada. Incluso, nadie quiere respirar.
El roedor que alguna vez él le regalo a ella. Duerme en el pasillo, ignora, en su pequeño tamaño, lo que sucede. Lo que sus dueños ahora cargan en sus hombros.

.....Y aparecen los créditos, el final de la película pasa ignorado, aquel clímax craneado por su director es pormenorizado por el final de una relación que desprecia los millones invertidos en la producción cinematográfica.
(y los esfuerzos....y los esfuerzos...)
"Lo siento". Es lo único que se puede escuchar entre la música, las bocinas, la gente...y el llanto.
El roedor despierta y comienza a reclamar, el viento entra por la ventana y se lleva los pétalos. La película termina. Nadie sabe el futuro del pequeño animal. Nadie notó el suicidio de la rosa marchita, quien se arrojó del quinto piso. Nadie notó al actor secundario, quien dio su mejor esfuerzo en el primer papel que le han ofrecido.

E incluso, los autos callan, el mundo mismo se detiene. Y la película llega a su fin.

Y Ahora ambos lloran, y ahora ambos sangran, y la voz ya no quiere salir, porque las gargantas han entrado en huelga.Y ya no queda nada.
Una última mirada cómplice, que no quiere aceptar los hechos; una mirada que expresa arrepentimiento, y otra que expresa desolación; se unen ambas en la concreción que, pese a no aceptar lo que sucede, lo comienza a digerir.
Ya nada vale la pena, ni hacer valer la pausa que el mundo les entrega. Por eso, él, se arma de valor, y rompe la petrificación que se apoderó de la situación (y de ellos).
Toma valor y respira (no sabe cómo, ni mucho tiempo despues puede explicarse cómo lo hizo). Toma valor y rompe el estado de sus rodillas ancladas al suelo. Y se da media vuelta.
Y se dirige a la puerta. Y toma el picaporte.

Las lágrimas que  caen al suelo le apuñalan la espalda, los sollozos le revuelcan lo poco que le queda de corazón. Y ya nada podrá hacer para que él mismo se perdone, porque hizo lo que siempre evitó: hirió a lo que más amó en el mundo.
Y no tan sólo eso, la hirió de la forma más grande que nunca nadie la ha herido, y de la forma en que nunca jamás nadie lo hará.
Y se avergüenza de si mismo. Y se avergüenza de su maldita existencia.

Un portazo cierra la escena; ahora el frío hace el resto.
Y El roedor dejó de reclamar porque las lágrimas no tienen ruido en el mundo animal.
Y el viento, tiene respeto, al menos, y no entra por la alcoba. Ya hizo suficiente por la rosa.

Nada lo perdona a él, el cielo comienza a llover. La luna se esconde. El frio le envuelve. La humedad empaña su auto. Y la batería no quiere partir.
.Enciende, las luces prenden, y los neumáticos poco a poco se empiezan a mover.
Quiere llorar, pero no puede cerrar sus ojos mas los otros autos lo presionan para que siga avanzando. Las personas que caminan en la vereda no le dan tiempo para llorar. Lo miran enojados.
Todos, todos han sido testigos de su acto, y nadie lo dejará en paz hasta que se esconda.
No puede permitirse llorar. Tampoco él puede permitirse sentir. Debe seguir, debe, debe, llegar a su hogar. Debe pagar.

Y el silencio, otra vez. Hace su parte. Se posa sobre la casa y sobre aquel hombre que yace sobre su cama. Y el auto estacionado.

Pero las lágrimas ...
Pero las lágrimas ya no están...

                ....y el valor tampoco.

p.d: otro formato, pero sin embargo, el mismo.